László József Biró, conocido en la Argentina como Ladislao José
Biro observó
como para la impresión de los periódicos se utilizaba una tinta de
secado rápido, lo cual evitaba los manchones, pero la misma era poco
útil para los objetos de escritura de la época, porque se atoraba y
no bajaba hacia la punta.
Con la ayuda de Georg, su hermano, –que era químico– logró sintetizar una tinta que era muy útil para la escritura a mano, pero que tenía el inconveniente de que no podía usarse con la pluma, ya que se trababa al escribir. Ladislao ideó cómo resolver este problema observando a unos niños mientras jugaban en la calle con canicas que, al cruzar un charco, salían trazando una línea de agua en el el suelo seco: se dió cuenta de que, en lugar de utilizar una pluma metálica en la punta, debía utilizar una bolita.
Con la ayuda de Georg, su hermano, –que era químico– logró sintetizar una tinta que era muy útil para la escritura a mano, pero que tenía el inconveniente de que no podía usarse con la pluma, ya que se trababa al escribir. Ladislao ideó cómo resolver este problema observando a unos niños mientras jugaban en la calle con canicas que, al cruzar un charco, salían trazando una línea de agua en el el suelo seco: se dió cuenta de que, en lugar de utilizar una pluma metálica en la punta, debía utilizar una bolita.
En el año 1940,
Agustín Pedro Justo, su hermano Juan Jorge Meyne y Biro formaron la compañía Biro Meyne Biro. En un garaje
y pese a su bajo presupuesto, fue donde consiguieron perfeccionar su
invento. El mismo fue vendido el 10 de junio de 1943, pero la empresa cayó en quiebra porque las primeras piezas regaban
tinta y manchab, las ofrecieron con un vale para la
tintorería, pero el producto fue rechazado.
En 1941, encontraron
la solución y comenzaron nuevas pruebas y ensamblajes del producto,
de la nueva Birome, la cual patentaron el 10 de junio de 1943.
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